Imagine vidas tan empobrecidas que la mayoría de los niños de la comunidad mueren antes de cumplir los cinco años. Los niños son parte de una tribu de 60,000 indios tarahumaras, que viven en cuevas y chozas primitivas, con agua potable, parásitos y desnutrición devastadora. Imagine todo esto en un área de belleza escénica sin igual, con montañas y cañones y un rico patrimonio cultural, a solo unas horas de El Paso, Texas. Esta es la situación que el padre Verplancken encontró cuando llegó a Creel, México, a principios de la década de 1960. El padre Verplancken construyó y dirigió una misión dinámica al pueblo tarahumara. Además de construir y operar clínicas de salud, un internado, distribuir alimentos y leche, perforar pozos de agua, trabajó incansablemente para preservar el arte y el patrimonio de los descendientes de los pueblos Uto-Aztecas. Hoy, el trabajo se lleva a cabo gracias a los esfuerzos del personal y los voluntarios que él solda durante una vida de servicio. Únase a nosotros en nuestro trabajo para mantener el legado de los tarahumaras.